A pesar del día gris, la lluvia y el frío citadino, interrumpido solamente por los automóviles que pasan, el perro beagle de la casa beige frente a la cerrajería se anima y lanza al silencio un ladrido medio sordo.
Los demás lo escuchan, con una excitación interna que saben no podrán ocultar por mucho tiempo.
El valiente lo vuelve a intentar y en la acera un coche levanta el agua de lluvia acumulada. El bulldog francés no puede evitarlo: ladra también. Ya son dos. Pronto serán tres. Cinco. Veinte. Toda la cuadra se levanta en ladridos. Comienza a llover y las gotas poco a poco van opacando el concierto perruno. Pero no se desaniman, siguen ladrando.
(...el perro beagle de la casa beige frente a la cerrajería sonríe para sus adentros).
Los demás lo escuchan, con una excitación interna que saben no podrán ocultar por mucho tiempo.
El valiente lo vuelve a intentar y en la acera un coche levanta el agua de lluvia acumulada. El bulldog francés no puede evitarlo: ladra también. Ya son dos. Pronto serán tres. Cinco. Veinte. Toda la cuadra se levanta en ladridos. Comienza a llover y las gotas poco a poco van opacando el concierto perruno. Pero no se desaniman, siguen ladrando.
(...el perro beagle de la casa beige frente a la cerrajería sonríe para sus adentros).
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